Por Nutricionista Kamila Pérez
¿Cómo afecta el estrés a nuestra relación con la comida?
La forma en la que nos relacionamos con la comida va más allá del hambre física. Nuestra conducta alimentaria – es decir, la selección de alimentos, cómo los preparamos, cuánto comemos y la forma en la que lo hacemos – está influenciada por una serie de factores biológicos, emocionales, psicológicos y sociales. Entre todos estos factores, hay uno que tiene un impacto significativo: el estrés, sobre todo cuando es crónico, es decir, cuando se mantiene durante un período prolongado.
¿Qué ocurre en el cuerpo durante el estrés crónico?
Cuando nuestro cuerpo entra en un estado de alerta constante, el sistema nervioso deja de priorizar funciones como la digestión y se enfoca en sobrevivir. En este modo de supervivencia, la forma en la que percibimos nuestro entorno cambia y, asimismo, nuestras elecciones alimentarias (Shatwan & Manar, 2024).
Muchas veces, de manera inconsciente, podemos experimentar cambios en nuestros hábitos de alimentación, como comer en exceso o, por el contrario, reducir drásticamente nuestra ingesta de alimentos. Estas variaciones pueden ser señales de hambre emocional, una forma de gestionar malestares internos como el estrés, la ansiedad o la tristeza, a través de la comida o del control sobre ella (Carpio et al., 2022).
Estudios recientes sobre estrés y conducta alimentaria
La mayoría de las investigaciones sobre la relación entre emociones y alimentación se han realizado en períodos de estrés, ya que es precisamente en estos momentos cuando surgen con mayor intensidad emociones como la ansiedad, la tristeza, la frustración, entre otras.
Los últimos estudios indican que entre un 35% a 60% de las personas tienden a preferir alimentos altos en azúcar y grasas durante períodos de estrés, mientras que entre un 25% a 40% disminuyen el consumo de alimentos por pérdida de apetito (Palomino, 2020).
Cortisol, la hormona que nos impulsa a comer más
El aumento de deseo por alimentos altos en azúcares y grasas se explica por el aumento del cortisol, una hormona que se eleva ante la activación del eje hipotálamo – hipofisiario – adrenal en situaciones de estrés.
Este aumento estimula el apetito y nos lleva a buscar confort a través de la comida, especialmente en alimentos que activan el sistema de recompensa del cerebro y provocan placer frente a la emoción adversa.
El Estrés y pérdida del apetito, ¡van de la mano!
El estrés no siempre lleva a comer más. En algunos casos, puede ocurrir todo lo contrario: una disminución del apetito. Esto sucede porque, cuando atravesamos períodos de estrés crónico, nuestro sistema nervioso libera sustancias como la noradrenalina, que inhiben el apetito.
Estas sustancias reducen el flujo de sangre al sistema digestivo y alteran las señales de hambre y saciedad (Vergara, Ahumada & Poveda, 2022). Además, muchas personas sienten una necesidad de control frente al estrés, que puede volverse obsesiva y derivar en conductas restrictivas con la comida.
La Ashwagandha, una opción natural par reducir el estrés
Ante la presencia de estrés crónico, surge la importancia de adquirir estrategias para regular nuestras emociones. Una de ellas es el uso de sustancias naturales, como la ashwagandha.
Esta planta es un adaptógeno, es decir, una sustancia natural que ayuda al cuerpo a adaptarse mejor al estrés físico, emocional o ambiental. Actúa promoviendo la regulación del sistema nervioso y hormonal, y fortaleciendo la capacidad del organismo para regresar a su estado de equilibrio.
Ashwagandha: respaldo científico para su uso
La ashwagandha, también conocida como Withania somnifera, es originaria de la medicina ayurvédica y ha sido utilizada durante siglos en la India por sus múltiples propiedades terapéuticas.
Hoy en día, cuenta con respaldo científico por su capacidad para reducir el estrés crónico y regular el sistema nervioso (Arumugam et al., 2024). Su efecto impacta no solo en el bienestar emocional, sino también en la capacidad de reconocer señales de hambre y saciedad, reduciendo patrones de alimentación impulsiva o restrictiva.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Arumugam, V., Vijayakumar, V., Balakrishnan, A., Bhandari, R., Boopalan, D., Ponnurangam, R., Sankaralingam, V. & Kuppusamy, M. (2024). Effects of Ashwagandha (Withania Somnifera) on stress and anxiety: A systematic review and meta-analysis. Elsevier, 20(6). https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S1550830724001691?utm_source=chatgpt.com
Carpio, T., Solís, A., Sandoval, V., Vinueza, A., Rodríguez, A., Betancourt, S. & Vinueza, M. (2022). Relationship between perceived stress and emotional eating: A cross sectional study. Clinical Nutrition ESPEN, 49(1), 314 – 318. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35623832/
Palomino, A. (2020). Rol de la emoción en la conducta alimentaria. Revista Chilena de Nutrición, 47(2), 286 – 291. https://dx.doi.org/10.4067/S0717-75182020000200286
Shatwan, I. & Manar, A. (2024). Association between perceived stress, emotional eating, and adherence to healthy eating patterns among Saudi college students: a cross-sectional study. Journal of Health, Population and Nutrition, 43(144), 1 – 10. https://doi.org/10.1186/s41043-024-00637-w
Vergara, M., Ahumada, L. & Poveda, E. (2022). Stress, depression, anxiety, and eating habits in people with irritable bowel syndrome. Asociación Colombiana de Gastroenterología, 37(4), 369 – 382. https://www.researchgate.net/publication/366706063_Estres_depresion_ansiedad_y_el_habito_alimentario_en_personas_con_sindrome_de_intestino_irritable